OPINIÓN
El acelerado aumento de los acontecimientos cotidianos, cualquiera sea su terreno, ha comenzado a producir efectos en nuestra, habitualmente indiferente población.
A pesar de los múltiples controles, impuestos por la empresa criminal conjunta que nos gobierna, y el descomedido comportamiento desinformador de algunos medios de comunicación, desde distintos sectores geográficos, populares y profesionales, se nota un despertar del descontento, disconformidad y decepción, anidado por tanto tiempo.
Aun no es un despertar colectivo, comunitario, ni siquiera organizado o totalmente exteriorizado. Pero, como todo despertar social, es un inicio cuyas diferentes expresiones, se manifiestan en forma diferente, en momentos y lugares diferentes y, también, por gente diferente.
Claro está que, para los que viven de espaldas a la realidad desde sus posiciones autoritarias, o desde su acostumbrada indiferencia, el “aquí no pasa nada”, les sirve de refugio para no hacer nada para que pase algo…que necesariamente tiene que pasar…y va a pasar.
Todo lo que está pasando está acumulando, cada vez más crispaciones, que ya empiezan a aflorar y anuncian un despertar para actuar. El absoluto fracaso del sistema gobernante exige cambios absolutos a través de un proceso fundamentalmente participativo, que es al que más le temen los amantes y favorecidos por el status quo.
La historia nos enseña a prepararnos para lo inesperado. También de ella se aprende que, los pueblos, una vez despiertos, buscarán alcanzar sus sueños a como de lugar.
Por ello, debemos ser exigentes con el despertar ciudadano que asoma y avanzar, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar los cambios urgentes de bueyes y carreta, que nos permitan ejercer plenamente nuestras libertades y derechos, hoy pisoteados por el autoritarismo.
CATEDRÁTICO EN UPAun no es un despertar colectivo, comunitario, ni siquiera organizado o totalmente exteriorizado.